
La cirrosis hepática es el resultado de una inflamación que provoca daño al hígado, volviéndolo rígido y limitando sus funciones.
El hígado es el órgano que se encarga de regular sustancias químicas de la sangre y evitar toxinas, lo cual ayuda a equilibrar los nutrientes que necesitamos en el cuerpo humano. Cuando este órgano se llena de sustancias muy dañinas o usamos sustancias frecuentemente que pueden afectar, se deteriora hasta que le impide hacer sus funciones.
La cirrosis hepática es más común entre los 35-45 años de edad. Cuando se detectan daños en el hígado es trascendental hacer cambios de vida para poder modificar algunas conductas dañinas al hígado. Si esto se deja avanzar, los daños más graves se irán observando, y serán en diferentes órganos, generalmente en un promedio de edad de los 50 años, donde se observan las complicaciones.
Hay varias causas que pueden producir el deterioro en el hígado, y de las cuales podemos resaltar:
Consumo de alcohol por un periodo largo y constante
Pacientes con infección crónica por virus de Hepatitis B y C (enfermedad de transmisión sexual)
Obesidad
Colesterol y triglicéridos en niveles altos
Diabetes Mellitus en descontrol
Piedras en la vesícula (obstrucción vesicular)
Los principales síntomas que suelen presentarse en una fase inicial de la enfermedad son:
Pérdida de peso
Debilidad
Fatiga
Pérdida de apetito

Tienes que tener en cuenta que no siempre son tan notorios los síntomas, y estos pueden ser causa de alguna otra enfermedad, por lo que siempre es recomendable consultar a un médico y realizarte estudios de laboratorio para evaluar la función del hígado, los cuales vienen en la Química Sanguínea y se solicitan como Perfil hepático.
En los casos más avanzados, aparecen las complicaciones, lo que pueden originar los siguientes síntomas:
Ictericia (piel y contorno de ojos de coloración amarillenta)
Ascitis (líquido en abdomen)
Heces negras (materia fecal de color negro)
Pérdida de apetito
Cansancio extremo
Las complicaciones de esta enfermedad son:
Varices esofágicas: se definen como dilataciones de las venas del esófago y como consecuencia pueden producir vómito con sangre (hematemesis) y evacuaciones con sangre (hematoquecia)
Alteraciones en la consciencia (pérdida de la consciencia, confusión)
Líquido abundante en el abdomen (ascitis), generando dolor abdominal, aumento de las náuseas, y que se tenga que quitar con un procedimiento médico (paracentesis).
Todo paciente con sospecha de cirrosis hepática, debe iniciar su estudio y manejo adecuado, acompañado de iniciar cambios en la alimentación, los cuales deben incluir:
Reducir la cantidad de proteína animal que consume. Lo cual ayudará a reducir la acumulación de productos de desecho tóxicos.
Comer frutas y vegetales, así como proteína magra como leguminosas, pollo y pescado. Evitar consumir mariscos crudos.
Tomar vitaminas y medicamentos recetados únicamente por el personal de salud. No automedicar.
Limitar el consumo de sal.
Suspender el consumo de alcohol
Controlar las enfermedades que se padezcan (Diabetes, Obesidad, exceso de colesterol en sangre, etc.)
Es importante que tengas acompañamiento médico continuo, para lograr mejorar la salud de tu hígado y prevenir complicaciones más graves.
Fuentes:
Diagnóstico y Tratamiento de la Insuficiencia Hepática Crónica Guía de Práctica Clínica GPC Número de Registro: IMSS-038-08 .
Tratamiento Nutricional del paciente adulto Pretrasplante hepático Guía de Referencia Rápida Catálogo Maestro de Guías de Práctica Clínica: IMSS-GPC-594-18.